sábado, 26 de marzo de 2016

DEL COMPLEJO DE EDIPO AL COMPLEJO DE TELÉMACO


El Complejo De Telémaco. Padres E Hijos Tras El Ocaso Del Progenitor (Argumentos)

Reseña

El complejo de Telémaco. Padres e hijos tras el ocaso del progenitor.
Massimo Recalcati ( traducción de Carlos Gumpert)
Barcelona : Anagrama, 2014

Escrito por Luis Roca Jusmet

 El tema de la paternidad está en el  orden del día. Los padres estamos desorientados, en un contexto de declive importante de la figura paterna. El patriarcado ha muerto o está, por lo menos en las sociedades occidentales, en vías de desaparición. Es ya la crónica de una muerte anunciada en el mundo por la globalización. Massimo Recalcati escribe un libro que muestra este panorama desolado, pero al mismo tiempo nos brinda una esperanza, una posible salida que no es ni la de la vuelta al autoritarismo ni tampoco en el quedarse en la lógica del todo vale.
  Recalcati es un psicoanalista lacaniano italiano que ha escrito sobre la anorexia, la bulimia y otras adicciones de una manera muy lúcida y renovadora, cuestionando la terapia cognitivo-conductista hegemónica. Pero no solo habla desde su extraordinaria capacidad de análisis, sino también desde una práctica terapéutica real. Ha desarrollado además un concepto muy fecundo, que es la de la clínica del vacío actual frente a la clínica de la falta descrita por Freud.  Lacan es, para Recalcati, el que pone las bases para esta transformación conceptual. La clínica de la falta  viene dada por  la falta de ser que habita en el sujeto dividido por la represión. Se manifiesta a través del síntoma, expresión del deseo reprimido. La clínica del vacío, en cambio, surge de la desconexión del sujeto con el Otro. Es el rechazo del Otro simbólico, del ideal. Es la búsqueda del goce sin la mediación del Otro. Y esto es lo que tiene que ver con el declive de la figura paterna, ya que se genera  una crisis de la autoridad simbólica que crea nuevos malestares subjetivos y sociales y también una nueva manera de expresión de las relaciones generacionales. Los hogares no tienen, en muchos casos, una ley que los regule. En estas nuevas generaciones sin Ley hay una caída del deseo, una falta de referencia y una esclavitud hacia el goce mortífero.
 Pero no se trata, plantea el psiconalista italiano, de querer restaurar al padre autoritario, sino de inventarse algo nuevo. No debe reivindicarse la disciplina perdida, sino la referencia ética del adulto, del padre, a partir de su testimonio.  Aquí justamente encontramos la originalidad de Recalcati: reivindicar a Telémaco en lugar de a Edipo.  Telémaco es un personaje que aparece en la Odisea de Homeror y que espera la vuelta de su padre, que se fue a la Guerra de Troya. El padre simbólico representa la Ley de la palabra como la ley del deseo. No se trata de la  transmisión de una herencia que hay que rechazar o repetir miméticamente, sino de un movimiento singular que nos permita retroceder avanzando, transformar la herencia no en lo que nos da la seguridad de una identidad dada, sino en una aventura, en un riesgo sin garantías. Edipo representaba al Padre como rival, en cuanto que era el portador de la Ley. La Ley de la palabra es necesaria porque nos humaniza, porque es la que pone distancia a lo inmediato. Nos permite un trabajo que nos dignifica, que sublima nuestras pulsiones, que da sentido a la vida a través de una ética. La Ley de la palabra nos permite esperar,  renunciar al goce inmediato y así generar el estado de falta que permite la aparición de un deseo más profundo, más propio, y canalizar las pulsiones.
 El grito del bebé es una petición, no solo referida a una necesidad sino también al amor, ya que sobre ella se apuntala la demanda de amor al Otro primordial materno, que nos atiende. De esta manera, somo algo para este Otro primordial, pero tan destructivo como no ser nada para él es serlo todo, porque entonces nos convertimos en su objeto. El Otro nos quiere y nos da algo inmaterial, en cierta forma nos da lo que tiene, porque no son objetos sino un gesto de amor lo que pide el niño. El Otro simbólico es el que nos separa del Otro pimordial, el que nos enseña la Ley de la palabra. Todos dependemos del Otro, aunque debamos ser autónomos. Nadie es autosuficiente, ni dueño de sí mismo. Hay que aceptar los límites y la deuda simbólica que tenemos con la generación anterior, hay que aceptar la propia filiación para superarla.

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