sábado, 7 de diciembre de 2013

FILOSOFIA Y PSICOANÁLISIS : UN ENCUENTRO TAN FALLIDO COMO FECUNDO


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Escrito por Luis Roca Jusmet

  Si nos remitimos al padre fundador del psicoanálisis, Freud, podemos comprobar que hay una situación originaria de desencuentro entre filosofía y psicoanálisis. Freud nos  dice en su autobiografía algo paradójico: que sus verdaderos intereses son de naturaleza filosófica,  pero que al mismo tiempo es constitucionalmente reacio a lo especulativo y tiene una gran desconfianza hacia la filosofía. Si intentamos resolver la paradoja podemos concluir que Freud tiene por una parte, como él mismo nos dice, un espíritu de conquistador que le orienta hacia los enigmas clásicos de la filosofía, buscando siempre nuevos horizontes teóricos. Pero por otro su espíritu de rigor busca una base empírica a su discurso, que él atribuye pura y exclusivamente a la ciencia. Freud teoriza y busca verificar sus formulaciones a partir de la observación clínica ; casi podríamos decir que retoma la postura radical de Hume que  considera los textos metafísicos como un material que más valdría quemar. Estos textos filosóficos son, para Freud, al igual que los de la religión, obstáculos para la verdad. Pero la religión es una ilusión ( que Freud insiste en diferenciar del error) que tiene un interés en la medida en que es la proyección imaginaria de un deseo, mientras que la metafísica es, en cambio, una especulación estéril; el triste papel del filósofo convencional es el de sustituir el viejo catecismo de los clérigos ( lo peor de la religión). Los filósofos nos ofrecen cosmovisiones que tienen un carácter totalizador, basado en puras especulaciones cuyas arrogantes pretensiones irritan profundamente a Freud; considera la filosofía uno de sus peores enemigos porque mantiene como axioma fundamental la identidad entre la mente y la conciencia.


 Esto no quiere decir, hay que matizarlo, que Freud desprecie a todos los filósofos. De hecho tanto la filosofía clásica como la buena literatura están muy presentes en el discurso freudiano, a través de referencias que son imprevisibles y rápidas pero que tienen una función precisa. Podríamos citar a Empédocles o a Platón junto grandes escritores como Sófocles, Moliere, Goethe o Shakespaeare. Lo que no soportaba Freud es la filosofía académica, en la que predominaba en su entorno la que podríamos llamar escuela pseudohegeliana. Más que criticar a Hegel, a quién seguramente no había leído, a quien criticaba era a sus epígonos, los mediocres profesores universitarios. No olvidemos que es en el siglo XIX cuando aparece la profesionalización de la filosofía. Repasando su biografía podemos señalar dos momentos decisivos, que señalan una influencia de la filosofía en su pensamiento. En su juventud participará temporalmente en las reuniones filosóficas dirigidas por uno de los grandes de su época, Franz Brentano. Brentano no sólo le proporcionó una formación filosófica ( muy centrada en Platón y en Feuerbach) sino también los materiales sobre los que construir  una lógica rigurosa. También al final de su vida, en 1922, se interesa por el filósofo Israel Levine después de conocer el contenido de las tesis que expuestas en un libro que recoge unas conferencias sobre filósofos judíos; bajo este calificativo, y junto a Filón, Maimónides y Spinoza Levine situará, sorprendentemente, a Freud a Einstein. Freud sólo reconoce explícitamente la influencia de las especulaciones filosóficas de un científico peculiar, Fechner ( Assousin, 1982). También es significativo, que en su autobiografía considera a Schopenhauer y a Nietzsche como antecedentes del movimiento psicoanalítico al haber afirmado con claridad la existencia del inconsciente. Aunque Freud no reconoce ninguna influencia directa por parte de ellos, afirma que su virtud no es la de haber descubierto el inconsciente sino haberle dado un fundamento científico. Freud  leerá con atención a Schopenhauer y constatará afinidades profundas con  él. especialmente con las hipótesis contenidas en Más allá del principio del placer .Dirá de  Schopenhauer que es el único filósofo que provee a la metafísica del antídoto necesario. Schopenhauer era como Freud un crítico radical de la filosofía académica, que ataca el discurso prepotente y dogmático de los especulativos hegelianos, empezando por Hegel. Hay estudios muy precisos y muy interesantes que comparan de una manera rigurosa el pensamiento de ambos ( Barreira, 2009). Freud se interesará también por Nietzsche ( por la influencia de una amiga común Lou-Andrea Salomé) pero comentará, con una sinceridad que hay que apreciar, que prefiere no leerlo para no dejarse seducir por su lenguaje. Nietzsche será así para Freud una especie de tabú. 

 Superficialmente podríamos encuadrar a Freud en la línea positivista: la ciencia, superadora de la filosofía y antes que ella de la religión, es hoy el único camino serio hacia la verdad del mundo. Algunos autores, como Bettelheim, intenta demostrar que Freud nunca fue un positivista, presentando un Freud humanista e incluso educador que entendería su trabajo en la línea de las teorías del filósofo alemán, contemporáneo suyo, Wilhelm Windelband. Para él las ciencias humanas son ideográficas y se basan en lo histórico singular, en el acontecimiento. Los métodos de las ciencias físico-naturales, que son nomotéticas y se basan en las leyes precisas y en la estadística, no valen para el estudio de lo humano. Las traducciones inglesas, según Bettelheim, se han ocupado sistemáticamente de distorsionar el lenguaje de Freud adaptándolo al cientifista de los positivistas. Aunque Bettelheim dice algunas verdades, su postura es insostenible porque aunque Freud reconoce los límites del psotivismo nunca lo hará sobre la base de reivindicar una ciencia humanista.. Es cierto que Freud tenía, como dice, un gran bagaje humanista y modeló su estilo basándose en los clásicos de la literatura alemana; también lo es que las traducciones inglesas dan un sentido falseador a algunos de sus términos. Pero es dudoso que Freud eligiera el planteamiento de su ciencia como comprensiva en la línea de Windelband. Sí hay que recordar, y el mismo Freud insiste en ello, que es Goethe quién le conduce a la inquietud científica con su concepción holística y heterodoxa, tan diferente del cientificismo positivista ( Bettelheim, 1983). Pero más bien parece que Freud va transformando este impulso de naturalismo romántico goethiano en la defensa de una ciencia crítica que sabe reconoce sus límites. Freud mantiene por otra parte una epistemología realista y polemizó explicitamente con las teorías ficcionalistas de Vahinger. A la metafísica la calificará como un conglomerado de residuos animistas, de animismo sin magia. No olvidemos que n las propias filas del psicoanálisis se introdujo este animismo a través de Jung, en quién inicialmente confiara como su futuro sucesor y con el que finalmente romperá de manera dolorosa y definitiva.
 Pero Freud supera, en la práctica, el discurso positivista porque su concepción de la ciencia es más amplia y porque da a la especulación una función necesaria. Pero entre la metafísica de la filosofía y la metapsicología del psicoanálisis considera que se encuentra la diferencia entre una mala y una buena abstracción. El criterio de discriminación es que la primera es apriorística y la segunda no, ya que está integrada en el discurso científico y se sostiene en la contrastación clínica. 

  Entre el psicoanálisis freudiano y la filosofía hay una relación muy ambivalente, de encuentros y de desencuentros. Freud es una figura muy potente en el terreno del pensamiento y sus últimos escritos culturales son reflexiones críticas que podrían calificarse, en sentido amplio, de filosóficas. Freud dice en su apéndice autobiográfico que el cambio de intereses que reflejan ” Se podría describir como una fase de desarrollo regresivo. Mi interés hizo un rodeo, que duró toda una vida, por la ciencia de la naturaleza, la medicina y la psicoterapia, y luego regresó a los problemas culturales que desde hace mucho tiempo antes ya me fascinaban, cuando apenas tenía edad para reflexionar”. 

 Otro cuestión  sería si ya es productivo en la actualidad mantener el término, introducido por Paul Ricoeur, de maestros de la sospecha ( que incluiría a Marx, Nietzsche y Freud). La apreciación de Ricouer fue original en su momento y permitió, junto a otros trabajos que establecieron la misma conexa ( como el de Foucault) una lectura diferente de estos autores y de sus afinidades. Pero una vez pasada la reflexión hay que dejar las cosas en su lugar. Freud es un ilustrado pesimista, un liberal conservador que inventa un nuevo saber con pretensiones científicas, al  que da el nombre de psicoanálisis. Pero este nuevo saber es un producto de la propia lógica de la modernidad, de esta razón crítica y de este sapere aude instituido por la Ilustración. Freud habla en nombre de la razón, de la que dice que, aunque hable en voz baja, lo hace con insistencia, aunque su voz sea molesta. Según la certera expresión de Althusser será un hijo natural, ilegítimo, no querido de la Razón Occidental, porque contradice las buenas costumbres, el derecho y la moral. Nietzsche es diferente porque es radicalmente un antiilustrado, que combate sus ideales ( razón, progreso, ciencia, igualdad) de manera incondicional. Pero como Nietszche no es un reaccionario, en lugar de reivindicar como otros antiilustrados la tradición contra la modernidad, lo que introduce es una  una mirada abismal sobre el hombre moderno. Ni él mismo puede creerse la ilusión que ha fabricado, la del superhombre. Hay quizás en común entre Freud y Nietzsche una cierta visión trágica de lo humano y, por supuesto, una aceptación de la parte oscura del hombre. Pero esta visión trágica es vivida por Freud de manera estoica y Nietzsche de manera romántica, heroica. Sus actitudes y perspectivas vitales son radicalmente diferentes y Freud está mucho más próximo al pesimismo de Schopenhauer . Aunque no comparte con él su alternativa de redención a través del nirvana, ya que esta búsqueda para Freud es la de un sentimiento oceánico basado en una regresión ilusoria del yo. 

   Si seguimos avanzando en el movimiento psicoanalítico posterior a Freud, constatamos que de forma inmediata no se interesará por la filosofía. Sí se habían interesado relativamente algunos discípulos suyos como Otto Rank o los disidentes Adler o Jung pero no lo harán los representantes de la tercera generación de psicoanalistas, ni siquiera los más brillantes ( Winnickok, Melaine Klein). Hemos de llegar a Jacques Lacan para toparnos con el encuentro fecundo entre filosofía y psicoanálisis. Lacan tiene una formación psiquiátrica pero sus inquietudes adolescentes le habían llevado a lecturas apasionadas de filósofos ( como la de Spinoza o la de Nietzsche). Posteriormente participará en las reuniones parisinas donde las mentes jóvenes más brillantes de la época, asistían a los seminarios de dos exiliados rusos, Kojève y Koyré. El primero le dará una concepción racionalista y crítica de la ciencia que lo vacunará contra cualquier positivismo de forma o de fondo. El segundo le producirá una influencia, a partir de su lectura de Hegel que nunca abandonará, que conservará superándola. Por otra parte Lacan realizará una lectura apasionada y minuciosa de Heidegger, que le marcará sin lugar a dudas. En este sentido podemos hablar de condicionantes filosóficos en Lacan, no en el sentido de estar influido por la filosofía sino por pensadores que podemos considerar filósofos. Por otra parte lo que hará Lacan será conversar con diferentes filósofos, la mayoría  muertos, en un diálogo crítico pero fecundo. Estos filósofos son Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Kierkegaard, Wittgenstein … Pero también lo hará con contemporáneos próximos como Jean Hipollyte, Marcel Merlau-Ponty, Georges Bataille. Lacan es tan irónico y despectivo con la filosofía convencional ( zarandajas académicas dirá )  como el propio Freud. La diferencia es que, mientras Freud mantiene una reserva ( incluso hacia los autores que le pueden despertar más interés, como Nietztsche – al que ni siquiera leerá- y Shopenhauer) Lacan sí entra directamente en el estudio, el diálogo y en la polémica con los filósofos de su época. Si Lacan se define en algún momento como antifilósofo esta afirmación, nos dice Alain Badiou podemos entenderla en el mismo sentido que lo decían Nietzsche o Wittgenstein, es decir, que eran un revulsivo de la filosofía establecida. Su teoría de los tres registros, lo simbólico, el imaginario y el real. Está teoría tendrá un gran potencial filosófico .

 Lacan va a tener una clara influencia sobre filósofos que serán a la vez psicoanalistas, como Octave Mannoni o Cornelius Castoriadis. El importante filósofo Paul Ricoeur desarrollará una reflexión filosófica sobre el concepto de cultura en Freud. Ricoeur tuvo una relación personal e intelectual intensa con Lacan y éste se lamentaba de que no reconociera su influencia sobre éste libro. Castoriadis construirá la que quizás sea la teoría más elaborada sobre: el imaginario, que él adjetiva como radical, es ni más ni menos que la matriz constituyente a partir de la cual percibimos, pensamos y actuamos, tanto a nivel individual como social. Lo simbólico (vinculado por Lacan al lenguaje y a la ley) será una sola de una de sus manifestaciones (al igual que la fantasía) mientras que la noción lacaniana de lo real quedará eliminado de su apuesta teórica. La percepción será en cierta forma un efecto de este imaginario radical, ya que aparece como el que permite dar un sentido a lo visible y por tanto estructurarlo como tal. Hay así una configuración de la realidad externa a partir de un flujo de representaciones, ligados a afectos y deseos que es el que constituye justamente el imaginario. Tanto en este escrito como en su formulación personal de la teoría y de la práctica psicoanalítica el filósofo-psicoanalista llevará a término un duro ajuste de cuentas con Lacan.
 Octavo Mannoni, por su parte, formulará una teoría del imaginario en la que considerará como el espacio psíquico de la Otra escena, una especie de trastienda del psiquismo que condiciona de forma inconsciente nuestra relación con la realidad. Esta intuición me parece fundamental para entender el imaginario como una realidad psíquica clave que actúa desde la mente de forma oculta. Mannoni, por su parte, escribirá la que quizás es la mejor introducción a la teoría de Freud. 
 El introductor del psicoanálisis lacaniano en el mundo hispánico será, por otra parte, un filósofo que se dedicará posteriormente al psicoanálisis, Oscar Massotta .Pero me interesa señalar la aportación de  Jean Allouch, que planteará una alternativa de enlace entre Michel Foucault y Jacques Lacan, que entenderá tanto el psicoanálisis como la filosofía son ejercicios espirituales.al filósofo no le convencía el Anti-Edipo y mucho menos el esquizoanálisis de su amigo Deleuze. Aconsejaba a sus amigos un psicoanálisis. Es cierto también que el psicoanálisis con el que debatió Foucault, el que más le interesaba era el psicoanálisis lacaniano. Elisabeth Roudinesco, que escribió una interesante biografía sobre Lacan, comenta que éste saludó favorablemente la aparición de La historia de la locura de Foucault y que éste escrito le inspiró su texto Kant con Sade. También cita la presencia de Lacan en la conferencia de Foucault "¿ Qué es un autor?" sobre el discurso. Lacan escribiría después su teoría de los cuatro discursos. Foucault, por su parte, es posible que asistiera a alguno de los seminarios de Lacan. Pero seguramente Foucault fue influenciado por los escritos de Lacan, en el tema del sujeto y en el de la verdad. Jean Allouch es un psicoanalista de influencia lacaniana y foucaultiana. Escribe un libro tan interesante como polémico. Se titula El psicoanálisis ¿ es un ejercicio espiritual ? Respuesta a Michel Foucault. Allouch intenta una lectura posible del psicoanálisis lacaniano compatible con el discurso de Foucault. Foucault se desmarca, como ya he comentado, del Anti-Edipo de su amigo Deleuze en el Anti-Edipo y su invitación a no piscoanalizarse y a denunciar el psicoanálisis como un poder pastoral. Pero de todas formas Foucault, en su primer libro de La historia de la sexualidad presenta el psicoanálisis como una derivación de la confesión cristiana. Algún psicoanalista le contestará que se equivoca, que al confesar hablamos de lo que sabemos y en un análisis de lo que no sabemos. En todo caso Allouch presenta una propuesta sorprendente : considerar el psicoanálisis como un ejercicio espiritual. En contra de las apariencias considera que ni Foucault ni Lacan rechazan este término. Al contrario, muchas veces lo reivindican. En el caso de Foucault hay toda una evolución de sus trabajos que le conduce a la cultura grecorromana clásica y a otro filósofo que de entrada nada tenía que ver con él : Pierre Hadot. Éste último siempre había defendido que la filosofía, sobre todo la antigua, era una forma de vida y un ejercicio espiritual. Ejercicio espiritual no en sentido religioso sino como una transformación subjetiva. Se trata de un acceso del sujeto a una verdad que le transforma. Curiosamente siempre se había considerado, siguiendo el tópico, a Foucault y a Lacan como estructuralismo y una cuestión central de estos era la eliminación del sujeto. Pero Foucault recupera el sujeto y lo reivindica como el eje central de sus trabajos : los procesos de subjetivización. Lacan, por su parte, había superado una primera etapa en la cual es la estructura del lenguaje y el significante lo determinante. Se va abriendo al sujeto del inconsciente. Lacan tampoco hacia ascos a la expresión "ejercicios espirituales" y en algún momento la reivindica. Foucault y Lacan son así los dos grandes investigadores de los modos de subjetivización y su relación con la verdad. Los dos proponen trabajo espiritual para trasnformarse, para acceder a otro estado. Los dos defienden, en cierta forma, una estética de la existencia. Para los dos su obra forma parte de su vida. Los dos nos invitan a leer su obra porque tendrá para nosotros, si la leemos con alegría y con atención, un efecto transformador. No nos hará mejores pero nos hará más veraces.
  Pero la construcción más elaborada y polémica de esta vinculación entre filosofía y psicoanálisis será la de Slavoj Žižek, que trabajará filosóficamente la obra de Lacan. Žižek plantea que en ningún momento hay que plantear la filosofía como la fundamentación filosófica del psicoanálisis ni tampoco el psicoanálisis como el desenmascaramiento de la filosofía como una construcción obsesiva o paranoica. Hay que buscar la afinidad en la posición común de Sócrates y Freud como el cuestionamiento del Otro, como una posición que se sostiene a sí misma sin nadie que la fundamente, que le de garantías. Lo que señalan ambos es el agujero en el Otro, en el sentido que no hay fundamentación posible, estamos siempre en el filo de la navaja. Hay toda una reflexión sobre el espacio crítico de la filosofía en la actualidad en la que el filósofo esloveno, sin hablar muy explícitamente de psicoanálisis mantiene siempre una perspectiva lacaniana. Žižek trabajará, de manera creativa, original y polémica toda una teoría de la cultura basada en Lacan, Hegel y Marx. 
 Llego ahora a mi conclusión. Durante decadas he utilizado la caja de herramientas de la filosofía y del psicoanálisis para entenderme a mí mismo, a los otros y a la sociedad. He dedicado mucho tiempo ( demasiado) en pensar el estatuto epistemológico de la filosofía y del psicoanálisis. Considero que ninguna de las dos se puede considerar una ciencia. Tampoco acepto el criterio de Popper que si no son ciencias son metafísica. La clave, me la aha dado, precisamente Gilles Deleuze. Deleuze define la filosofía como creación de conceptos. La filosofía, dice, no es un disurso formado por enunciados que sean verdaderos o falsas. No hay formas de contrastación para comprobar si se adecuan o no a los hechos. Hoy vivimos en la época de la ciencia. Pero queda un resto. Este resto se refiere a aquello de lo que la ciencia no puede hablar. La psicoanálisis habla de la realidad psíquica. La filosofía habla de la realidad ética. Por ética entiendo varias cosas. La primera es, curiosamente, la verdad, que es una posición subjetiva. También entiendo lo que podríamos llamar el sentido y el valor de la vida humana. No es abstracto, es concreto. Para hacer, en palabras de Foucualt, una ontología del presente ( entendernos en el mundo en que vivimos) necesitamos enunciados ( nos los da la ciencia) pero también conceptos ( nos los dan la filosofía y el psicoanálisis). Esta es la hipótesis.
 








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