Escrito por Luis Roca Jusmet
El psiconalista François Ansermet y el neurocientífico Pierre Magistretti, que ya habían colaborado en el libro A cada
cual su cerebro se preguntan ahora por el enigma del placer ( Katz editores, 2011).
Preguntarse por el placer les lleva a otras preguntas. Estas preguntas son sobre la naturaleza del inconsciente y de la pulsión, por una parte, y sobre el círculo vicioso que nos empuja al malestar ( tanto individual como socialmente) por otro. Evidentemente las cuestiones son muy ambiciosas y un libro como el que tratamos ( que es además relativamente breve) es imposible que las resuelva. De acuerdo. Pero sí parece que hay una pretensión de hacerlo y en este sentido hay que decir que el epílogo es pobre en relación con el hilo conductor del trabajo. En algún momento, además, me parece que caen en lo que critican metodológicamente, como cuando explican la tendencia a la vuelta al displacer a partir de los mecanismos fisiológicos que están en la base de la adicción. Por otra parte la forma como analizan la complejidad de las dos nociones centrales del trabajo, que son las de pulsión y de inconsciente, es muy fecundan. Pero en el caso del inconsciente me parece que no acaban de encontrar una salida adecuada. Como ellos proponen hay que reiventarlo pero la idea de un inconsciente creativo me parece algo jungiana y no acabo de entenderla. H ay algo en el inconsciente, como decía Lacan, que es nuestro núcleo más singular pero quizás lo plantean de una forma demasiado clara y fácil. La misma analogía que hacen en algún momento entre la pulsión inconsciente con la decisión consciente me parece muy discutible.
Justamente hablando de Lacan nos encontramos aquí con una cuestión compleja. Los autores se reclaman, como mínimo en algún sentido, del psicoanálisis lacaniano y esto es evidente por sus referencias. La misma noción de goce que utilizan para referirse a este placer en el dolor o en el displacer me parece un buen camino. Pero también me parece que lo solucionan muy rápido planteando por una parte diciendo que es el placer inconsciente en el displacer consciente. También citan a Miller en su afirmación de que el goce es la líbido más la pulsión de muerte sin acabar de argumentarlo. Quizás hay un intento algo precipitado ( también en Miller) de ligar las piezas del puzzle de Lacan de una manera demasiado sistemática. Más bien habría que afirmar que estos enigmas del placer siguen siéndolo por mucho que los queramos resolver con fórmulas. Hay también una eliminación del Otro por el otro, ya que utilizan únicamente el segundo término cuando esta distinción lacaniana me parece imprescindible. Ahora bien, cuando en lugar del término real lacaniano hablan de el exceso de lo viviente hay aquí algo acertado, ya que aunque los lectores de Lacan nos hallamos familiarizado con el primero quizás resulte todavía más confuso que el segundo en esta noción para la que es difícil encontrar el término adecuado. También su propuesta de utilizar anticipación en lugar de alucinación como hacían Freud-Lacan para referirse al primer objeto del deseo podría resultar más clarificadora. De todas maneras hay aquí una cuestión muy interesante y muy problemática que es la relación entre el objeto del deseo y el objeto de la pulsión, que remite a dos elaboraciones freudianas paralelas, que son La interpretación de los sueños y Las Pulsiones y destinos de la pulsión.
Todo el análisis de la continuidad/discontinuidad de lo psíquico a partir de la noción de huella es también muy sugerente. En realidad todo el libro lo es. Me parece muy valiente esta reflexión sobre un tema tan espinoso como el la tendencia ambivalente del ser humano hacia el placer y el displacer a partir del encuentro entre el psicoanálisis y las neurociencias. Es un problema tan central en lo que es la condición humana y la explicación de su malestar, tanto a nivel individual como social, que libros como éste se agradecen. ¿ Polémico ? Por supuesto. Pero me parece que es esto lo que necesitamos, materiales para discutir y no fórmulas para compartir. Y como nos advertía Slavoj Zizek cualquier filósofo o psicoanalista debe enfrentarse hoy, no evadirse, de lo que nos ponen sobre la mesa las neurociencias.
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